Hasta hace relatívamente poco las mujeres en la música popular tenian un papel bastante pequeño: Normalmente se encontraban amparadas bajo el dominio de hombres y productores; o eran utilizadas como maniobra comercial; o formaban parte de movimientos cuya principal característica era que eran mujeres. No es hasta principios de los 90 que surge una oleada de féminas cargadas de iniciativa y creatividad que toman realmente las riendas de su carrera sin que esto suponga una sorpresa ni un aliciente comecial: Eran grandes artistas por sí mismas y como artistas, no como mujeres. Esta oleada cuenta con nombres como Björk, PJ Harvey, Fiona Apple, Cat Power, Tori Amos, Alanis Morissette...
A lo largo de los 90 y los 2000 muchas han seguido la estela
de las antes mencionadas y en este contexto aparece la joven austríaca Anja Plaschg, encarnada en su proyecto Soap & Skin, que nos trajo en 2009 una de las sorpresas más sonadas del año y un debut digno de pasar a la historia. Contaba con tan solo 18 años cuando salió el album, y ya és muestra de una madurez enorme y una gran sensibilidad a la hora de componer y de hacer arreglos.
Estos arreglos estan normalmente basados en el empleo de diversos efectos sintéticos tipo clicks and cuts flotando alrededor del piano de Anja, que supone la base de todo junto con su voz de mezzosoprano, muy cálida y expresiva. El album está compuesto por una música bastante oscura, casi depresiva algunos ratos y más melancólica en otros. Mi corte favorito es Thanatos, pero resulta dificil destacar algo en concreto en un disco tan redondo donde no sobra nada. Escuchadlo que vale mucho la pena.
Quizá el fiel seguidor de este Blog (Como si este blog tuviese seguidores) recuerde la historia de la cantautora Sibylle Baier, que después de toda una vida de anonimato, se encontró con el reconocimiento al ser publicados en 2006 una serie de temas que ella había grabado a principios de los setenta. Algo similar le ocurrió a Bill Fay, un músico inglés que a principios de los setenta decidió aprovechar la última bocanada de aire que le quedaba al folk/rock intimista grabando dos geniales álbumes editados por el sello Deram en 1970 y 1971. Lamentáblemente ese último empuje del folk no pudo superar la estampida de geniales bandas que se cultivaban en el huerto del rock duro y el rock progresivo. Así, y al igual que muchos otros músicos de su generación, Bill Fay vio como su música se perdía en el olvido y fue abandonando la esperanza de vivir de ella para encomendarse a otras labores.
Lo que él no sabia es que se estaba forjando una leyenda, pues su trabajo, y en particular el disco que hoy nos ocupa, se estaba convirtiendo en un material de culto y era aclamado por artistas de primer nivel como Nick Cave, Current 93 o Wilco. Es por esto que a mediados de la década pasada fue redescrubierto y consiguió lanzar una serie de recopilatorios y rarezas que culminaron en la grabación, después de 41 años, un nuevo álbum, Life is the people, considerado por muchos uno de los mejores trabajos del 2012. Aunque después de eso decidió regresar a sus quehaceres habituales optando por no disfrutar de su nueva posición, al menos ha logrado, al fin, el reconocimiento que merecía.
El segundo disco que grabó, Time of the last persecution, es una auténtica maravilla. material de culto y sin duda uno de los mejores lanzamientos de 1971, que no es decir poco. Como ya he mencionado, se trata de folk rock en la estela de Bob Dylan y similar a muchos otros cantautores del momento como Donovan o Nick Drake. Un folk introspectivo y melancólico, que por momentos se torna verdadéramente oscuro y pesimista, pero siempre con un haz de esperanza.
Todo el disco esta dominado por el piano y la expresiva voz de Fay, que en ocasiones ceden el control a unas caóticas guitarras eléctricas y saxofones de corte Crimsoniano (Vease King Crimson) pues algo que hace destacar este disco por encima de otros folkies de la época es la mayor influencia de sonoridades progresivas tan en boga por aquel entonces i que convierten este trabajo en algo único y muy personal.
La temática letrística toma referencias bíblicas para conferir, en conjunción con la música, un carácter apocalíptico que se desarrolla a lo largo del álbum para culminar en el tema que da título al mismo y, en mi opinión, el mejor del disco.
En definitiva un gran disco de un autor de culto que esconde una magnífica historia digna de una película hollywoodiense.